Resulta imprescindible e incluso saludable salir de vez en cuando (de plus en plus que dirían nuestros colegas franceses) extramuros de nuestro terruño soriano para comprobar que hay otro mundo mucho más dinámico y apasionante, con habitantes capaces de llenar varios campos de futbol, con autovías interminables que han olvidado esas malditas y peligrosas rotondas; con administraciones comprometidas con el turismo de invierno, que limpian las carreteras por el denominado “bien común”, que consiste simple y llanamente en dejar disfrutar al turista y dejar trabajar al empresario del sector.
Estas reflexiones nacen a más de dos mil kilómetros de distancia y a una altura de más de setenta mil metros de altura y a una temperatura por debajo de los cincuenta grados bajo cero, muy próximos a aterrizar en una de las islas denominadas “afortunadas”. Y es en este momento, cuando comienzo a preguntarme, por qué Soria, una isla virgen de naturaleza y de patrimonio histórico intacto en medio de grandes ejes de transporte por carretera y ferrocarril, tan próxima a grandes centros neurálgicos de población, cruce de culturas desde la Edad Media, pasa en la actualidad desapercibida del resto del mundo. No nos conoce casi nadie y los pocos que nos sitúan es gracias a las predicciones climatológicas, dónde tenemos mucho que decir, sobre todo si nos referimos a cancelaciones de reservas por culpa del mal tiempo.
No pasa nada, seguimos invirtiendo nuestro dinero privado en proyectos ilusionantes para nuestra provincia, soñando una Soria de futuro distinta, capaz de ilusionar a nuestros hijos de igual forma que nos ha ilusionado a nosotros, sin tener en cuenta esa clase política cansada de dirigir década tras década nuestros pueblos, que no da paso a nuevas ideas y conocimientos que siembren un futuro esperanzador para las generaciones venideras. Y es que estamos cansados de sufrir las mismas ideas y las mismas personas, década tras década, nuestra provincia de Soria merece mucho la pena, para ello, es preciso que los más jóvenes crean que pueden tener su futuro en nuestra tierra, y no conformarse con lo que nos dejan los demás, exigir y reivindicar desde la juventud, que Soria existe, y que merece mucho la pena seguir luchando para que salga adelante a pesar de unos pocos que lucen su nombre a cambio de una remuneración muy pocas veces merecida