Al salir del perímetro de la provincia nos encontramos con realidades muy distintas y en la mayoría de los casos mucho más positivas a la hora de afrontar el futuro a corto y medio plazo. Incluso si llega la ocasión de visitar una isla del Mediterráneo, como la italiana Cerdeña, nos damos cuenta de que el aislamiento que puede sufrir un espacio acotado por el mar en ningún caso llega al que se percibe en nuestra provincia desde muchos puntos de vista.
Tomábamos un avión en el aeropuerto de Barajas y en dos horas aterrizábamos en Cagliari, la capital, después de haber surcado varios miles de kilómetros de distancia; nos encontramos ante un territorio con una situación estratégica en medio del mediterráneo que ha bebido de un sinfín de culturas y gentes, pero que también ha sabido preservar su saber hacer local en lo que hace referencia a la industria agroalimentaria y la artesanía, que sin duda complementan una importante actividad turística en el conjunto de sus ciudades. Esa situación estratégica, sin duda la comparte también en el interior de nuestro país la provincia de Soria, que ha sido escenario de numerosos e importantes episodios de la historia, desde la prehistoria a la época celtibera y romana, sin olvidar la edad media y el esplendor del renacimiento. Si bien, ese optimista futuro que nos ha ido marcando la historia, comienza su declive en el siglo XIX con la desaparición de la Mesta; desde entonces la pérdida progresiva de población y el escaso desarrollo económico y social del territorio, motivado en su mayor parte por un aislamiento basado en la carencia de infraestructuras, nos han convertido en un lugar poco apetecible para vivir por la escasa oferta de servicios que presenta.
Nos encontramos ante un territorio situado en la periferia de los centros de decisión regionales, y por desgracia, hasta la fecha, no hemos conseguido que nadie nos tienda uno mano para sentirnos más arropados. Aislados por tierra, por mar y por aire, en definitiva, una isla en este extenso mar cerealista que es nuestra región, empeñados en salir de esta situación con la fuerza y el empeño de nosotros mismos, unos pocos, pero que tenemos claro que el futuro de nuestros hijos no lo soñamos ni en Berlín, ni en Londres ni en Beging