Sin duda Europa se ha ido conformando a lo largo de estas últimas décadas como un territorio con grandes desequilibrios y desigualdades, que han ido creciendo a medida que la crisis y la recesión se hacían más agudas. A menudo hablamos de un norte más pujante desde el punto de vista económico frente al sur que languidece bajo el sol mediterráneo, por lo que nos animamos a hablar de una Europa a dos velocidades.
Lo mismo ocurre en nuestro país y sobre todo en nuestra región. La oposición en las Cortes regionales denunciaba estos días la pérdida de protagonismo económico del denominado turismo de interior en determinadas provincias, afirmando la existencia de dos velocidades a la hora de promocionar, potenciar y desarrollar el turismo en Castilla y León. Frente a provincias muy bien tratadas presupuestariamente con el fin de potenciar su actividad turística, como es el caso de Valladolid, Segovia o Avila, nos encontramos otras provincias que en muchos casos son olvidadas a la hora de dar a conocer los innumerables recursos turísticos de este inmenso territorio, siendo provincias como Zamora o Soria, las que ocupan un lugar más destacado.
No podemos olvidar que desde hace varias décadas el turismo regional se centra en tres grandes hitos, Camino de Santiago, Ciudades Patrimonio de la Humanidad y Ribera del Duero; salvo este último, que geográficamente nos ha concedido el inicio de la denominación de origen, en el resto por desgracia tenemos poco que decir.
Cuando conseguimos abanderar la sostenibilidad de un recurso hasta entonces infravalorado como era el micológico, resulta que el ámbito provincial se queda pequeño y tenemos que conformarnos con “Setas de Castilla y León” que aglutine al mundo fungi de la región. Y yo me pregunto, el turismo paleontológico se lo llevaron por el norte (La Rioja) y por el oeste (Burgos); el turismo arqueológico sin comentarios, Numancia y Tiermes a la espera, Ambrona y Torralba olvidadas. De Soria románica, con su plan director capaz de dinamizar cultural y turísticamente el medio rural soriano se lo llevó el sunami de la crisis. Y es que por desgracia, en Soria nos ha tocado vivir en la tercera velocidad, también llamada “punto muerto”.