Creo que todos habíamos soñado en que algún día nuestra capital se afianzara como una ciudad de congresos capaz de tirar del sector turístico en esos tiempos muertos a lo largo del año, donde las pernoctaciones y la afluencia de visitantes caen de una forma alarmante. Teníamos el modelo de pequeña ciudad idóneo, con una infraestructura turística de alojamientos hoteleros magnífica, que no ha tenido miedo a la crisis y ha seguido invirtiendo e inaugurando instalaciones de calidad en el centro de la ciudad; los restaurantes con un nivel alto en su cocina, combinándose la escuela tradicional con los jóvenes chefs mucho más innovadores, sin embargo quizá nos falte una estrella Michelin en la ciudad para darnos ese espaldarazo definitivo, pero creo que estamos muy cerca de conseguirla.
En definitiva, tenemos todos los ingredientes para convertirnos en foco de atracción del turismo de congresos, al igual que sucede en pequeñas y medianas capitales de provincia de nuestro entorno, donde cuantifican en ingresos económicos para sus empresas este tipo de eventos a lo largo del año. Entonces, ¿qué nos diferencia y qué nos impide alcanzar ese reto añorado? principalmente la falta de un palacio de congresos, que nos dé el caché necesario para poder competir con el resto de ciudades, sin olvidar tampoco nuestra lamentable situación de infraestructuras viarias.
Esta reflexión se produce con motivo de salir de los límites provinciales, visitando otra pequeña ciudad, con una gran riqueza histórica y patrimonial, como es Avila, donde hace unos días se inauguraba el I Congreso Nacional de Turismo Rural, en el flamante Centro de Exposiciones y Congresos “Lienzo Norte”, que a cualquiera nos gustaría verlo emplazado en nuestra ciudad. Si bien, esas importantes infraestructuras públicas, por sí solas no dinamizan una ciudad, necesitan de una directrices y de una planificación urbana, que atienda en primer lugar los problemas básicos, como son la rehabilitación integral de sus cascos históricos y a continuación dar un salto cualitativo y atacar una política de accesibilidad para todos, sin barreras en los espacios públicos primero y en los privados después.
Como es gratis soñar, aquel frustrado proyecto europeo Urban, que cambió de forma radical ciudades como Teruel o Málaga, hubiera sido la piedra angular, que de haber sido aprobado y ejecutado, hubiera cambiado para siempre la realidad de una pequeña ciudad que se merece mucho más de lo que tiene.