Ayer publicaba el Boletín Oficial de Castilla y León, la aprobación oficial por las Cortés Regionales del Decreto de Turismo Rural para casas rurales, hoteles rurales y posadas, siendo nuestra región la primera comunidad autónoma que va a regular y homogeneizar los alojamientos de turismo rural por categorías, identificadas de una a cinco estrellas verdes similares a los hoteles tradicionales.
Sin duda se trata de una muy buena noticia para esos algo más de cuatro mil establecimientos que existen en nuestra Comunidad, sin embargo, las más de doscientas cincuenta casas de turismo rural de alojamiento compartido que existen en la Región, podrán continuar su actividad hasta el cese del negocio, si bien, ya no están contempladas en el marco de esta nueva normativa, y aquí es donde surge uno de los principales puntos de debate y desacuerdos. Si retrocedemos veinticinco años y analizamos la filosofía del turismo rural en sus inicios, planteaba una actividad en la mayoría de los casos complementaria a una actividad principal, en la mayoría de los casos ligada al sector primario, configurando el llamado “agroturismo”. En la mayoría de los casos esta actividad fue promovida por la mujer rural, que complementaba su quehacer diario en la explotación agrícola, con una incipiente actividad artesanal de productos agroalimentarios y porqué no, la posibilidad de ofrecer alojamiento a los habitantes del medio urbano.
Esta filosofía inicial del turismo rural, pronto se trunco de la mano del denominado desarrollo rural y sus consiguientes Iniciativas Comunitarias, que trajeron la proliferación de este tipo de alojamientos en un sinfín de pueblos, tuvieran o no potencial turístico, llegándose a utilizar en la década de los noventa, más de las dos terceras partes de fondos europeos destinados al desarrollo rural a subvencionar proyectos relacionados con el turismo rural.
Como era de esperar, muchas de las iniciativas auxiliadas con ayudas públicas, tuvieron un periodo de bonanza en la primera década del siglo XXI, hasta que la crisis y la recesión a cortado de raíz el consumo a los españoles, prescindiendo en primer lugar de esos fines de semana en compañía de amigos o familiares en un entrañable pueblecito en un valle o una montaña.
Esperemos que este Decreto nos ayude a internacionalizar el turismo rural, que es uno de los retos principales para los próximos años, para ello, es preciso una fuerte promoción y comercialización en otros mercados y sobre todo, que nuestros empresarios de turismo rural tengan conciencia de la importancia de profesionalizar su sector